domingo, 4 de agosto de 2013

Mirada

Mi nombre es Roxe y mi historia comenzó a los 13 años de edad, es una de las pocas que escucharás en la sociedad, sin embargo pasa muy frecuentemente. La historia de un amor prohibido, no por el estatus social, no por la diferencia de religiones, muchos menos por el color de piel; es un amor prohibido por por el lazo de sangre que conlleva esta persona y yo.

A mis 13 años yo cursaba el 2do año de la secundaria, de un gran colegio mixto, sin embargo mis calificaciones son las mejores, mi prima me animó a llevar un curso de reforzamiento durante el verano, lo cual me gustó por el simple hecho de conocer más chicos. Quien iba a creer que ahí me encontraría con él.

Primer día de clase.

- Ya es tarde!!!!

Como siempre, mi puntualidad es mi sello personal. Al llegar 20 minutos tarde a un colegio nuevo, para un curso de verano, no es comenzar con buen pie, pero sí para tener una entrada espectacular. Yo tenía puesto una falta larga de jeans, un polo sintético azul con mangas rojas, mis cuadernos en la mano y no recuerdo como llevaba el cabello, pero era muy largo en ese entonces. 

Todos miraron por 3 segundos la puerta mientras yo entraba tan emocionada, alegre y despreocupada de lo que pueda decir el profesor sobre mi puntualidad. Después de esos 3 segundos todos continuaron con las actividades de la pizarra, todos excepto uno, su cabeza iba en dirección de mis pasos, sus pequeños ojos redondos empezaron a billar, como si hubiera tenido una revelación. yo podía verlo de reojo, cuando giré para verlo directamente el se escabullo entre las hojas del cuaderno, desde ese entonces nuestras miradas siempre se buscaban, pero evitaban encontrarse.

Siempre existe un galán en todo salón y en el mío también había uno, Fernando, ojos grandes y color caramelo, piel dorada y estatura promedio, con la nariz de pinochio, porque más mentiroso no podía ser, cada vez que se me acercaba era un alago, puesto que no creí que causaría tanta sensación en ese salón, donde se encontraba personas de todo rango social. 

Podía sentirlo, sabía que cada vez que Fernando se me acercaba ÉL se ponía celoso, era un sentimiento bueno para mí, puesto que a mí me gustaba ÉL, pero nunca hablamos en todo ese tiempo, cada vez que lo intentaba no resultaba, en cada descanso se acercaba a mí y con ese mismo temor redirigía su camino. En ese aula nos llamaban por los nombres, así que nadie sabía el apellido del otro. Hasta que un día confundieron las tarjetas de asistencia de nosotros.

Grande fue mi dolor al ver que teníamos el mismo apellido, quien llevara uno de mis apellidos tendría que ser estrictamente un pariente. Yo sabía dónde vivía, que a cada salida ÉL me seguía, sabía que nos gustábamos, pero ¿Quiénes eramos en realidad?  No lo descubriría realmente hasta medio año después de ese curso de verano.

Solo una mirada bastó para que encontráramos el amor, una mirada bastó para terminar con la ilusión.